¿Quién no ha dicho alguna mentira alguna vez? Lo crean o no, todo el mundo miente constantemente. ¿No? Por ejemplo, en tu trabajo ¿Cuántas mentiras no le has dicho a tu jefe?

“Llegué tarde porque mi reloj despertador estaba apagado”. Sin embargo, la verdadera razón es que te fuiste de fiesta con tus amigos.

“Hubo un accidente en la autopista y no podía pasar”. En realidad seguiste durmiendo incluso después de que tu pareja te gritara y te halara los pies para despertarte.

¿Y tus impuestos? Reclamas una deducción extra sabiendo que no la mereces. El estado te mata con impuestos cada año. Esto es solo una comparación para evaluar lo que te está pasando. Por lo menos eso es lo que te dices a ti mismo; aceptas que estás diciendo una total mentira.

La mentira se ha convertido en parte de nuestras vidas. No importa si eres mexicano, argentino, español o colombiano, mientes igual. Los hombres mienten. Las mujeres también. La mentira existe en la televisión en forma de comerciales. Las compañías saben que sus productos no son como los anuncian. Se dicen mentiras en tu oficina. Estás adulando a tu jefe no porque te caiga bien sino porque quieres una promoción.

Las mujeres viven la mentira visual. Sujetadores, lápiz labial, salones de belleza, todo esto está diseñado para que parezcan más lindas de lo que realmente son. Pero no eres así en la vida real. A las 6 de la mañana su aliento apesta igual que el de todos los seres humanos. Y aunque amamos su perfume, todos sabemos qué sucederá después que se hayan comido ese plato de frijoles y pan con ajo.

Los hombres mienten sin ningún motivo. Mentimos acerca de adonde fuimos anoche. Mentimos acerca de lo que nos gusta y lo que no nos gusta. Cuando vamos a una cita, decimos las mayores mentiras para alcanzar nuestros objetivos, que no son enredarnos en una relación a largo plazo. Los hombres de hoy son tan honestos como cualquier político (y eso es ser bien mentiroso).

¿Pero cuando empiezas una relación seria, ¿son aceptables las mentiras? ¿Cómo puedes dejar de mentir?

Para ser honestos, es duro dejar de hacer algo que has hecho toda tu vida. Por ejemplo, si te acostumbraste a gritar y chillar constantemente durante cada día de tu vida, entonces no vas a dejar de hacerlo porque hayas comenzado una relación. La misma regla se aplica con las mentiras. Necesitarás esforzarte mucho para no mentir.

Pero debes intentarlo.

Las mentiras, incluso las más pequeñas son completamente destructivas para cualquier relación. Se supone que compartes el mundo con esa otra persona. ¿Cómo puedes hacer eso si mientes constantemente? Sé que no deseas lastimar sus sentimientos diciéndole que ha aumentado unos kilos, pero mentirle solo hará que pongas en peligro su salud y que se afecte la vida sexual de ambos. Nadie ha dicho que tienes que ser áspero en tus comentarios, pero sería bueno que le dijeras la verdad. Eso te ayudará a ti y a tu pareja.

Algunas personas quizás me digan que existen mentiras “blancas” que no duelen ni afectan a nadie. Por ejemplo, ¿qué pasaría si sales con tu pareja y ella sospecha que estás mirando a otra mujer, y te pregunta? ¿Deberías decirle inmediatamente la verdad? Desde una posición práctica yo te diría que no. No deseas que ella arme una escena en público. Pero cuando llegues a casa, te aconsejaría que le dijeras la verdad. ¿Por qué? Porque de esta forma tu próximo incidente será menos dramático y ella estará más preparada para darse cuenta de que al final todos somos humanos. Que tengas una relación no quiere decir que hayas apagado tus instintos y atracción por otras mujeres.

Aprende que las mentiras son como las termitas. Con el tiempo corroen tu relación hasta que llega el momento en el que el menor incidente genera una destrucción total. Es muy difícil superar ese mal hábito de mentir pero debes intentarlo. Ninguna relación puede ser fuerte sin la ayuda firme de la verdad.